No soy periodista, no soy historiador, y quizás tampoco sea buen escritor, pero me gusta hacerlo. permanentemente mi Ángel de la Guarda -un espíritu muy inquieto- interpone en mi camino historias o imágenes que me inentivan a crear un cuento o alguna que otra poesía. Y su habilidad me conduzco una tarde a un baile de campo, en un paraje desconocido para la mayoría de la gente. Allí, anécdotas y leyendas me endulzaron los oídos para utilizarlas como inspiración en futuros textos, y sin darme cuenta me encontré con un proyecto que escapaba a mi costumbre. Así, sin ser investigador me rodee de páginas amarillentas de periódicos encuadernados; sin ser historiador, comencé a leer libros de historia que me hicieron recordar aquellos años de secundaria; sin ser periodista, entrevisté a muchas personas que me relataron su experiencia de vida en ese lugar, anécdotas por ellos vividas o transmitidas por sus padres o abuelos...